Me levanté el sábado pasado, un sábado cualquiera de junio, "encharcá" en un pegajoso sudor de verano. Abrí los ojos y no podía creer que aún con aire estaba "entripá".
Llevaba dos días encamada con una gripe dominicana que me traje de la hermana república el fin de semana pasado y el tan solo pensar en salir de la puerta de mi habitación me debilitaba las rodillas. Entre la fiebre y el "achú achú" me pasé agonizando 48 horas hasta despertar esa mañana sabatina en Hato Rey's Inferno.
En mi angustia comencé a delirar con unos trocitos de hielo, con piraguas, con helados y.... LIMBERS! Me levanté de mi cómodo pero hirviente nido, me emburujé las greñas en un moño, me tiré por encima una batita cualquiera, unas chanclas, me guindé la cartera y me fui pal "market" con Ramón (mi Ipad) abierto en recetas boricuas para limbers.
Me bajé del carro con una misión muy clara: coger el carrito, llenarlo de los ingredientes, y arrancar pa' casa a enfriar rápido las frías golosinas. Enfocada, emprendí camino por el "palkin" con los ojos fijos en el único carrito de compras que quedaba. Mientras marchaba con una música triunfal en mi cabeza a punto de agarrarlo, una doñita acabada de bajar de un vehículo me gritó "¿oye mija me puedes traer un carrito pa' no tener que sacar el andador del baúl?"
La música en mi cabeza paró. "Puñeta", pensé y le traje a la doñi el ventiúnico carrito cojo y esbielao' que quedaba. "Diantre pero éste está esbaratao'", me dijo. "Bueno señora, mejor ese que nada", le respondí y caminé hacia las canastas de compras. En mis malabares para seguir la receta en el Ipad, agrarrar los ingredientes, hacer maromas con la cartera y la pesada canasta, vi a la doñita del carrito pasar con uno nuevo que consiguió ella solita. Sabrá Dios dónde habrá dejado mi carrito esbielao'.
Llegué a la caja con mis ingredientes y unas cositas que necesitaba para la casa. "$77.35", murmuró la cajera. "¿Coño, pero qué carajo yo compré?", pensé mientras miraba las tres tristes bolsitas plásticas de mi compra.
Llegué a casa, desesperada saqué todos los ingredientes sobre el "counter", posicioné a Ramón con las recetas cerca y me dispuse a buscar un abrelatas. ¿Porqué será que cuando más uno necesita un puñetero abrelatas nunca lo encuentras? Viendo borroso ya por el sudor que me comenzaba a bajar por la frente, agarré un cuhcillo y "juacata, juacata", a lo jíbara de Cayey le zampé pal de rotos a las latas y "muerto el pollo".
No sé si era el mareo producto del sofocón, y las gotas saladas que se me entremetían en los ojos, pero me sentía yo en un transe de Marta Stuart y sin darme cuenta en menos de una hora llené mi "frizer" de 60 vasitos plásticos: guayaba, coco, crema, tamarindo, parcha, acerola y guanábana. "Mierda, voy a estar comiendo limbers hasta agosto", me dije.
Y como no me cabían todos los limbers, aún cuando acuartelé toda mi comida en una sola tablilla, tuve un "flashback" de la tiendita de limbers cerca de mi escuela elemental. Pronto, agarré un cartón y a cojones le hice un segundo piso a mi "frizer" pa los limbers de acerola que se me quedaban fuera.
En las recetas de internet decía que solo debía esperar 2 horas para que los limbers estuvieran listos. Así que me puse a hacer otras cosas para distraer la mente de las ganas cabronas que tenía de pasarle la lengua a los 60 vasitos todos a la vez.
Siete horas y 15 revisadas al "frizer" más tarde, finalmente se sentían algunos vasitos ya congelados. "O mi 'frizer' está también en huelga por el calor o el que escribió esta receta en internet tiene un Kenmore de Sears con garantía de por vida que te friza hasta los pensamientos en 30 segundos", pensé.
Pronto, agarré uno de coco pues como fueron los primeros que hice eran los más congelados que estaban. Igual que cuando era niña, apreté el vaso, levanté el canto 'e limber y lo puse al revés. Mmmmmmmm......
Justo cuando empezaba a saborear el tan esperado limber con el que alucinaba desde que me levanté pegajosa en la mañana, mi perra dio un salto histórico (impulsada, estoy segura, por el calor triple que debe tener con tanto pelaje) y le jampió un "ñaqui", dos, tres, en fin, se quedó con mi limber entero.
Abatida ya por ese día tan cabrón, por no sentarle mejor palabra, no cogí lucha con ella y me rendí revolucionariamente. Me eché en la cama como morsa "tumbá" por el sol y al otro día probé el de acerola.
Así que me quedan 58 vasitos plásticos para el resto del verano. O si no quiero terminar en agosto como Shamú y rodar por las escaleras para ir a trabajar, los tendré que vender a peseta, a ver si saco por lo menos el sales tax de los $77.35 que gasté.... yeah, right!
jajajaj me meo!
ResponderEliminarEstas brutal! jajajajajaja
ResponderEliminarExelente
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