viernes, 29 de marzo de 2019

Cerrar la pantalla y volver a leer el shampoo



                      Cerrar la pantalla y volver a leer el shampoo 

Con tanto ruido digital ¿cómo nos concentramos hoy en día en vivir? Vivir la vida REAL, ver las nubes, mojarnos los pies en el agua salada. Me está entrando un Carpe Diem y en estos días lo que quiero es zumbar el teléfono contra las paredes y volver a oler las flores.

He estado reflexionando sobre el tiempo que me quita la vida social cibernética y la necesidad que me ha surgido de cerrar la pantalla y abrir la Medalla, como bien nos canta Capó.

Y es que me pongo a pensar en que diariamente abro las redes más de ocho veces al día y no es que esté activamente publicando, me he dado cuenta de que lo que hago es pasivamente participando. Lo que hago es leer, ver el contenido que publican otros, estar pendiente de lo más reciente, de lo inmediato, del minuto a minuto. Y a veces hasta me encuentro horas dándole scroll down a la pantalla sin fijar la mirada en nada. Es la costumbre, el puro acto de mover el pulgar y saturarme de imágenes, texto y mierdas. 


Como estoy en el arte, tengo que si Fan Page personal, el de la compañía, que si Instagram, que si Facebook… y eso que me resisto al Twitter, Snapchat y no sé cuantas cosas más. Pero las redes que sí manejo me hacen sentir la necesidad de crear contenido y atraer tráfico por lo menos semanalmente. Porque ahí está el público, los clientes, la gente… punto. Ya llevar flyers a los cafés o a las librerías está demodé, ahora es ponerles chavos a los posts para que tu "info" llegue al mundo.

Yo verdaderamente lo que no entiendo son, y me perdonan los que lo hacen, a los que publican lo que se comen, los que se toman fotos en los baños, los que hacen "check-in" en el supermercado… los que se les suelta un cordón del zapato y piden una recomendación de alguien que los amarre bien chévere con la técnica de las orejas de conejo. Y por eso digo que mi participación es pasiva, el morbo me hace querer ver todo ese contenido inservible porque me hace sentir parte de algo, de dónde está la gente, de qué hacen. Aunque yo no lo practique.

Y digo que no lo practico ahora, pero en los recuerdos de Facebook me salen publicaciones de hace diez años donde yo compartía hasta que tenía sueño. Y ahora, a mis treinta y pocos, leo esas cosas que escribía, ruedo los ojos hacia arriba y me sale una onomatopeya, así como "ugh", y me pregunto ¿en qué carajo estaba pensando?

Los otros días se me quedó el teléfono en la casa y tenía un día de trabajo de 14 horas. Pude haber regresado a buscarlo, pero me dije "fuck it, déjalo". Y cuando llegué en la noche, nadie se había muerto, la vida transcurría normal, los mensajes que tenía los contesté con calma y me di cuenta de que la vida sin el celular es posible. ¡Que revelación tan maravillosa!

En antaño, después de la era de los beepers, cuando empezaron los celulares jurásicos, solo jugábamos con el gusanito y era una jodienda textear porque tenías que darle veinte veces a una tecla para sacar una letra. Creo que eso nos daba vagancia. Pero con la introducción de los Blackberries, el nacimiento de las redes, empezando por MySpace y luego las pantallas grandes de celulares a color… ahí cambió la cosa y nos amarramos sin vuelta atrás.

El propio acto de escribir esto y compartirlo en las redes para que ustedes lo lean es parte de lo que aquí me quejo. Me paso chekiando cuántos views tienen mis escritos en este blog, que si lo leen, que si lo comparten… Es una pendejá.

Me entra de momento un "viva la resistance" y me quiero ir a vivir a una playa sin nada que requiera enchufe o wifi… en resistencia, en son de protesta. Pero pues, esta es nuestra nueva realidad. Nuestro nuevo mundo donde existes porque el otro valida tu existencia dándole un like, share o whatever.

Me prometí bajarle mil a la obsesión de conectarme cuando me veo con tiempo para matar. Trato ahora de no llevarme el celular hasta el baño y me pongo a leer otra vez las botellas de shampoo cuando estoy en el trono o las cajas de cereal mientras desayuno. Me estoy forzando a leer más libros, como cuando pasó María y no nos podíamos conectar a nada.
 
No puedo quitarme del todo, la realidad es que mi teléfono es mi herramienta principal de trabajo. Pero sí seguiré tratando de callar ese ruido digital y llenarlo con el cantar de los pájaros. Y no tiene que ser tan idílico, con escuchar las bocinas del tapón me basta.

Sube la mirada de vez en cuando, que te va a salir una joroba. Mira a la gente a la cara cuando comen, háblense cuando estén en corillo. No pasa nada si no contestas un mensaje al segundo de recibirlo. Si antes vivíamos sin publicar fotos de nuestros pies en la playa, podemos hacerlo ahora y actually mirar la playa sin intervención de una pantalla.  

Por lo menos yo he decidido ya que quiero "aprovechar el momento presente sin esperar el futuro" … como ya dije: Carpe Diem. ¿Y tú?

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