Cerrar la pantalla y volver a leer el shampoo
Con tanto ruido
digital ¿cómo nos concentramos hoy en día en vivir? Vivir la vida REAL, ver las
nubes, mojarnos los pies en el agua salada. Me está entrando un Carpe Diem y en estos días lo que quiero
es zumbar el teléfono contra las paredes y volver a oler las flores.
He estado
reflexionando sobre el tiempo que me quita la vida social cibernética y la
necesidad que me ha surgido de cerrar la pantalla y abrir la Medalla, como bien
nos canta Capó.
Y es que me pongo
a pensar en que diariamente abro las redes más de ocho veces al día y no es
que esté activamente publicando, me he dado cuenta de que lo que hago es pasivamente
participando. Lo que hago es leer, ver el contenido que publican otros, estar pendiente
de lo más reciente, de lo inmediato, del minuto a minuto. Y a veces hasta me
encuentro horas dándole scroll
down a la pantalla sin fijar la mirada en nada. Es la costumbre, el puro acto
de mover el pulgar y saturarme de imágenes, texto y mierdas.
Como estoy en el
arte, tengo que si Fan Page personal, el de la compañía, que si Instagram, que
si Facebook… y eso que me resisto al Twitter, Snapchat y no sé cuantas cosas más.
Pero las redes que sí manejo me hacen sentir la necesidad de crear contenido y
atraer tráfico por lo menos semanalmente. Porque ahí está el público, los
clientes, la gente… punto. Ya llevar flyers a los cafés o a las librerías está demodé, ahora es ponerles chavos a los posts para que tu "info" llegue al
mundo.
Yo verdaderamente
lo que no entiendo son, y me perdonan los que lo hacen, a los que publican lo que
se comen, los que se toman fotos en los baños, los que hacen "check-in" en el
supermercado… los que se les suelta un cordón del zapato y piden una
recomendación de alguien que los amarre bien chévere con la técnica de las
orejas de conejo. Y por eso digo que mi participación es pasiva, el morbo me
hace querer ver todo ese contenido inservible porque me hace sentir parte de
algo, de dónde está la gente, de qué hacen. Aunque yo no lo practique.
Y digo que no lo
practico ahora, pero en los recuerdos de Facebook me salen publicaciones de
hace diez años donde yo compartía hasta que tenía sueño. Y ahora, a mis treinta
y pocos, leo esas cosas que escribía, ruedo los ojos hacia arriba y me sale una
onomatopeya, así como "ugh", y me pregunto ¿en qué carajo estaba pensando?

En antaño, después
de la era de los beepers, cuando empezaron los celulares jurásicos, solo jugábamos
con el gusanito y era una jodienda textear
porque tenías que darle veinte veces a una tecla para sacar una letra. Creo que
eso nos daba vagancia. Pero con la introducción de los Blackberries, el
nacimiento de las redes, empezando por MySpace y luego las pantallas grandes de
celulares a color… ahí cambió la cosa y nos amarramos sin vuelta atrás.
El propio acto de
escribir esto y compartirlo en las redes para que ustedes lo lean es parte de
lo que aquí me quejo. Me paso chekiando
cuántos views tienen mis escritos en
este blog, que si lo leen, que si lo comparten… Es una pendejá.
Me entra de
momento un "viva la resistance" y me quiero ir a vivir a una playa sin nada que
requiera enchufe o wifi… en resistencia, en son de protesta. Pero pues, esta es
nuestra nueva realidad. Nuestro nuevo mundo donde existes porque el otro valida
tu existencia dándole un like, share o
whatever.
Me prometí
bajarle mil a la obsesión de conectarme cuando me veo con tiempo para matar.
Trato ahora de no llevarme el celular hasta el baño y me pongo a leer otra vez
las botellas de shampoo cuando estoy
en el trono o las cajas de cereal mientras desayuno. Me estoy forzando a leer más
libros, como cuando pasó María y no nos podíamos conectar a nada.
No puedo quitarme
del todo, la realidad es que mi teléfono es mi herramienta principal de
trabajo. Pero sí seguiré tratando de callar ese ruido digital y llenarlo con el
cantar de los pájaros. Y no tiene que ser tan idílico, con escuchar las bocinas
del tapón me basta.
Sube la mirada de
vez en cuando, que te va a salir una joroba. Mira a la gente a la cara cuando
comen, háblense cuando estén en corillo. No pasa nada si no contestas un
mensaje al segundo de recibirlo. Si antes vivíamos sin publicar fotos de
nuestros pies en la playa, podemos hacerlo ahora y actually mirar la playa sin intervención de una pantalla.
Por lo menos yo
he decidido ya que quiero "aprovechar el momento presente sin esperar el futuro"
… como ya dije: Carpe Diem. ¿Y tú?